PERDIDO EN LA NOCHE
Hasta ahí todo está bien, no se le puede negar la libertad a nadie, menos cuando se trata de satisfacer necesidades tan importantes como la de socializar y la del culto a Venus.
Pero, ¿por qué tiene que golpear la ventana de mi dormitorio a las cinco de la mañana para que lo deje entrar? Y en el estado en que viene… ¡Qué gato tan desconsiderado, tan impertinente!, ¡tan insoportable…!
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