ODA AL SOL
Pablo Neruda
No conocía el sol.
Viví en invierno.
Era
en los montes australes.
Las aguas
invasoras
sostenían
la tierra,
el firmamento era
un pálido paraguas
desbordado,
una medusa
oceánica
de cabellera
verde.
Llovía
sobre el techo,
sobre las hojas negras
de la noche,
bajaba
agua celeste
desde los desdentados
ventisqueros.
Después crucé los climas.
Y en el desierto,
redondo, arriba, solo,
el sol de fuego
con sus deslumbradoras
crines rojas,
el león en su círculo
de espadas,
la flor central
del cielo.
Oh sol,
cristal paterno,
horario
y poderío,
progenitor planeta,
gigante
rosa rubia
siempre
hirviendo de fuego,
siempre
consumiéndote
encendido,
cocina
cenital,
párpado
puro,
colérico y tranquilo,
fogón y fogonero,
sol,
yo quiero
mirarte
con los viejos
ojos de América:
guanaco
huracanado,
cabeza
de maiz,
corazón amarillo,
lunar de oro,
cuerpo quemante,
zanahoria ardiente,
hermosa
es tu mirada,
apenas tocas
la rama
nace
la primavera,
apenas,
cola de ámbar,
tocas
los trigales
y se derrama el trigo
repitiendo
tu forma,
pan,
pan del cielo,
horno sagrado,
tú no fuiste
estrella blanca,
hielo,
diamante congelado
en la mirada
de la noche:
fuiste
energía,
diurno,
fuerte fecundador, potro celeste
seminal semillero
y bajo
tu palpitante pulso
la
% semilla
creció,
la tierra
desnudó su forma verde
y nosotros
levantamos
las uvas
y la tierra
en una copa
ardiendo:
te heredamos:
somos
hijos
del sol y de la tierra.
Los hombres
de América
así fuimos creados,
en nuestra sangre
tierra y sol circulan
como imanes nutricios,
y te reverenciamos
esfera tutelar, rosa de fósforo,
volador
volcán del cielo,
padre de cordilleras,
tigre germinador,
patriarca de oro,
anillo
crepitante,
germen total, incubador profundo,
gallo del universo.